Probablemente la expresión “tener pluma” sea una metáfora creada por analogía con el pavo real, especie con un gran dimorfismo sexual. Esto significa que es fácil identificar a los machos y a las hembras porque se diferencian mucho entre sí por su apariencia. Los machos tienen el plumaje azul iridiscente en el pecho y una cola de espectacular envergadura que despliegan en forma de abanico para seducir a sus hembras. Las plumas han sido a lo largo de la historia un accesorio embellecedor que se emplea solo cuando uno no quiere pasar desapercibido.
¿Qué significa tener pluma?
Se dice coloquialmente que alguien tiene “pluma” cuando adopta una serie de comportamientos que se asocian a lo femenino, siendo ese alguien un varón. Esto incluye gestos, forma de caminar, tono y timbre de voz, forma de vestir, incluso la forma de expresar emociones. De hecho, si afinamos, el mero hecho de expresar determinadas emociones ya se considera femenino. Mientras que la alegría es universal, la tristeza, la rabia o el miedo tienen marcas de género. No nos será muy difícil deducir a qué género le es más permitido llorar y a qué otro le es más permitido mostrar agresividad.
El “amaneramiento” hace referencia a la manera (continente) en que se dicen las cosas más que a aquello que se dice (contenido). Loca o Marica serian términos menos amables que también se emplean para etiquetar al hombre afeminado.
No se podría decir por lo tanto, que las mujeres tengan pluma puesto que la sociedad considera que las formas femeninas son las que naturalmente le corresponden.
Tampoco es de obligado cumplimiento ser homosexual para lucir pluma, por eso observamos en ocasiones el fenómeno de la pluma heterosexual.
¿Con pluma se nace o se hace?
Lo cierto es que ni las formas femeninas ni las masculinas, es decir, todo aquello que llamamos Género, son naturales. Ante la pregunta ¿con pluma se nace o se hace?, la respuesta es 100% se hace. Antropólogos de la talla de Marvin Harris afirman que no existe ningún tipo de base biológica o genética que codifique éste tipo de comportamiento. Es por lo tanto un patrón aprendido. Y si no que se lo pregunten a la filósofa Beatriz Preciado que, como ella misma dice, “dedico mi vida a dinamitar el binomio hombre-mujer”. El género es una ficción transmitida por la cultura (en concreto la patriarcal).
¿Existen tipos y tamaños de plumas?
La pluma es una caricatura de la feminidad normativa pero esta “representación” puede ser más o menos exagerada, desde un sutil cambio en el tono de voz hasta llegar al disfraz, como es el caso de las Drag Queens. Estos últimos dramatizan los clichés femeninos llevándolos al extremo. Las plataformas frente al tacón, las pestañas postizas frente a las pestañas maquilladas, la peluca frente al cabello largo, el corsé frente a la estética de la cintura, etc.
No es de extrañar desde este posicionamiento que se adopten como ídolos y referentes a las folclóricas, que se sueñe con los musicales de Broadway o que se disfrute con el carnaval brasileño. Lugares con mucha pluma, donde se exageran las emociones y la exhibición de uno mismo o épocas en las que los estereotipos de género eran implacables. ¿Pero todo esto por qué y para qué?
¿Cuál es la función de la pluma?
La pluma como forma de rechazo a la identidad masculina impuesta.
Se trataría de una reacción de oposición al comportamiento que se espera de un hombre por el hecho de haber nacido con genitales masculinos. Un golpe de estado a la masculinidad normativa, una negación a seguir un patrón con el que uno no se siente identificado.
El problema viene cuando la forma de transgredir un patrón es adoptar el contrario, el correspondiente al otro género, que es igual de normativo, estereotipado y subyugante. Rechazar la corbata para ponerse el collar, rechazar la imposición de ser fuerte para mostrarse más delicado de lo que se es, rechazar el cliché de Humphrey Bogart para emular al de Carmen Sevilla, metafóricamente tiene mucho de similar a un intercambio de cadenas entre géneros. En este simplificado y dicotómico concepto del mundo en el que solo se consideran dos posiciones opuestas y complementarias, lo masculino y lo femenino (y todo lo que se sale de ese binomio es raro, abyecto o enfermo, de esta idea procede la teoría Queer) se basa la acusación más típica contra el feminismo. Como dice Celia Amorós “cuando las mujeres queremos ser humanos se nos dice que queremos ser hombres, porque el hombre es el que ha acaparado lo genéricamente humano”. Dándole la vuelta a esta sentencia tan lúcida podríamos decir que cuando el hombre no quiere ser masculino, se abraza a lo femenino en vez de construir su propia identidad.
Otro ejemplo de transgresión mal entendida es la que podemos observar en las estrellas mundiales del pop (Miley Cyrus, Shakira, Katy Perry, Rihanna, etc.) que intentando transgredir un estereotipo de mujer acaban cayendo en otro, igualmente designado por el patriarcado. Por romper con la mujer doméstica, sometida a su vida familiar y sexualmente reprimida, se transforman en la mujer objeto, liberada sexualmente en apariencia pero atada con las mismas cadenas. Ni salir a la calle con hijab ni salir a un escenario en body convierten a la mujer en sujeto dueño de sí mismo, más bien todo lo contrario.
La pluma como marcador de pertenencia a un grupo social
La persona que desarrolla una orientación sexual homosexual suele encontrarse de entrada con un mundo donde él no es mayoría, un mundo heterodesignado, construido por y para heterosexuales. De niño aprende las reglas de un juego en el que no puede participar, vulnera en silencio las expectativas de sus padres y se ve obligado en ocasiones a disimular más que a mostrar. En un primer momento no hay referentes válidos, no hay modelos a los que acogerse. El gay siente la necesidad de encontrarse con sus iguales y encontrar “su” sitio. Y cuando lo encuentra se topa con un mundo en el que hay otras reglas de juego que también ha de aprender. La pluma podría servir en este contexto como marca de identidad (quien es quien) y una vía para socializarse con mayor facilidad.
La pluma suele resultar simpática, aunque en ocasiones acaba siendo más divertida de cara a los heterosexuales que entre los propios homosexuales. Esto puede ser debido a varios motivos, en primer lugar porque se suelen dar reacciones de competencia entre plumas, en segundo porque los gays que sienten atracción por los hombres masculinos precisamente no se sienten atraídos por los hombres femeninos.
La pluma, como caricatura de lo femenino, incluye en el pack tanto sus supuestas virtudes (la sensibilidad, la delicadeza, la compasión, el sentido de la belleza, etc.) como sus defectos inherentes (la envidia, la tendencia a la crítica de lo ajeno, la palabrería, el engaño, el rencor, la traición por la espalda, etc.) Es lógico que los hombres que imitan este modelo obtengan los mismos resultados que las mujeres que también lo siguen.
SUGERENCIAS
Ni la mujer ni el hombre son lo que otros nos han dicho que son, la cuestión humana es ¿quién soy yo?
Desarrollar un criterio propio, fortalecer el ojo crítico para ver las mismas cosas desde otras perspectivas, leer sobre feminismo, entender el género, discutir sobre ello. Quitarse de encima lo accesorio para descubrirse a uno mismo sin ornamentos podrán ayudarnos a responder esta pregunta.
Elia Quiñones
Psicóloga
Terapeuta sexual y de pareja
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