El culto al control (Anatomía de un obsesivo)

900500HUNTER5900500HUNTER6

Cuando escuchamos la palabra “obsesión” nos suelen venir a la mente imágenes de gente fanática o muy obcecada con algo o alguien. Sin embargo, en psicología llamamos obsesivos no a personas insistentes o muy centradas en conseguir un objetivo, sino a una serie de rasgos que tienen que ver con la constricción mental (presión, atrapamiento). No es lo mismo ser obsesivo que estar obcecado.

Todos recordaremos al entrañable personaje que encarnaba Jack Nicholson en la película Mejor Imposible. Un hombre plagado de manías, con el corazón atrincherado en una muralla de frialdad y desplegando todo un arsenal de mecanismos de control, conductas de comprobación y rituales variados. Artillería pesada para protegerse del mundo y prevenir desgracias. No vamos a hablar en éste artículo de casos tan cinematográficos como éste sino de los obsesivos de a pie, los que tenemos como compañeros de trabajo y como compañeros de vida (familia, pareja, amigos). Quizá hasta nos sorprendamos encontrando rasgos obsesivos en nosotros mismos. Veamos.

Que levante la mano el que vea a una persona perfeccionista, ordenada, responsable, seria, pulcra, puntual, exigente y no piense…mmm, qué buen partido o no sienta ganas de contratarlo inmediatamente para su empresa. Y es que los obsesivos son excelentes trabajadores y aparentemente excelentes parejas, de hecho de eso se trata, de alcanzar la excelencia  y la eficiencia máximas. Lástima que sea a costa del placer, la ternura, la diversión, la espontaneidad y la tranquilidad porque si con algo convive un obsesivo es con la Ansiedad.

Los Valores

Una de las cosas que implica hacerse adulto es que nos formamos un criterio propio. Es algo así como una criba, de todo lo que nos han enseñado y hemos aprendido por nuestra cuenta, escogemos lo que nos sirve y desechamos lo que nos sobra o aquello en lo que ya no creemos o no creímos nunca. Por ejemplo, una paciente me contaba que su madre insistió desde que era bien pequeña en que la virginidad había que preservarla antes del matrimonio y la niña, aunque muchas cosas no le cuadraban (¿cómo es que en los hombres no es tan importante esto de la virginidad?) se lo creyó hasta que a los 18 decidió romper los votos con un “mira mamá, esta creencia es tuya, te la devuelvo”.

Imagínate ahora que no confías en tu criterio propio porque consideras que es falible, es decir, te puedes equivocar y equivocarse es malo muy malo, por lo que hay que evitarlo como sea. ¿A qué te puedes acoger? Pues a lo que no falla, los llamados valores universales, que son completamente impersonales. En el top 5 tenemos, La justicia, la verdad (la certeza, lo exacto), la pureza (limpieza), el orden y la bondad (bien/mal, correcto/incorrecto).

A que nos suena el “no lo digo yo, lo dice la ley”, como si la ley existiera al margen de los hombres y las mujeres.

 Las decisiones

Para una persona cuyo objetivo vital es evitar el error y/o ser engañado, cualquier decisión puede adquirir una importancia crucial. Para tomar la decisión correcta será necesario utilizar el mejor método, que para el obsesivo será el razonamiento hipotético-deductivo. Puede que esto suene a clase de ciencias y es que en efecto, este tipo de razonamiento es el que se emplea en los procedimientos científicos. A más variables se tengan en cuenta, mejor, hay que sopesar todas las posibilidades.

En una ocasión una amiga que acababa de sacarse las oposiciones para médico debía escoger en qué hospital hacer la residencia. Para ello elaboró un cuestionario con 20 preguntas que contemplaban desde el prestigio del hospital hasta el menú de restaurante o si disponía o no de plaza de parking. Llamó a todos los hospitales de España.

Pero la lógica no puede resolver todos los dilemas de la vida cotidiana así que mi amiga finalmente escogió el hospital que parecía “el mejor” y aun así no pudo contemplar en su estudio cómo iban a ser sus compañeros de trabajo, entre otras cosas. La duda es la fiel compañera del obsesivo junto a la culpa. Lo que podría haber hecho y no hice, lo que hice y no tendría que haber hecho, lo que debería estar haciendo ahora, lo que no debería de suceder y está sucediendo, etc. Pensar que uno puede controlar absolutamente todo lo que le rodea y le acontece es la base de este mecanismo torturador.

Por otro lado el gasto de energía mental que supone es máximo, para ello el cerebro ha desarrollado otras vías más económicas para tomar decisiones como la intuición. Una mezcla entre los conocimientos que tenemos almacenados de forma inconsciente y  la información que nos dan nuestras emociones, que para algo están. Pero veamos que piensa el obsesivo de ellas.

Las emociones

Para el obsesivo emoción es sinónimo de descontrol, de desboque y solo pueden llevar al error y la tragedia. Hay que mantenerlas bajo estricta vigilancia. Mostrar emociones es signo de debilidad y motivo de vergüenza. El deseo es sinónimo de transgresión. La alegría y la diversión son de mal gusto y en un contexto laboral es de gente “poco seria”. En pareja, mostrar emociones es destaparse, lo que te convierte en vulnerable al daño. Uno de mis pacientes obsesivos me relataba lo siguiente:

Enamorarse y empezar una relación de pareja es como entregarse mutuamente dos revólveres y confiar en que no vamos a apretar el gatillo.

Mi paciente podría haber dicho que enamorarse es como entregarse dos flores, pero no, dos revólveres. Es decir, él sentía que al enamorarse le entregaba la posibilidad o el poder al otro de hacerle daño y ante esa situación solo le quedaba confiar. Pero precisamente un obsesivo lo que no hace es confiar, de hecho desconfía por sistema de sí mismo y de los demás. De sí mismo porque no puede estar seguro nunca de acertar en sus decisiones y de los demás porque le pueden manipular. Nos podremos imaginar que mi paciente no tuvo un segundo de descanso con su nuevo amor.

Además los obsesivos se muestran especialmente intolerantes a la sorpresa (haz la prueba haciéndole un regalo que no le guste, no sea productivo o no sea de “su estilo”).

La imagen

Un cambio de imagen es de lo peor que me puede pasar psicológicamente.

Esto decía un paciente con rasgos obsesivos después de haber salido de la peluquería con un peinado que no se esperaba. Lo importante en este punto es entender que el obsesivo no busca la aceptación, el reconocimiento o el cariño de los demás, sino evitar la crítica, el juicio ajeno. Es decir, cuando un obsesivo se encuentra expuesto a la mirada de los demás no piensa en ¿me aceptarán? ¿les caeré bien?, más bien piensa en ¿qué pensaran de mí? ¿qué imagen estaré proyectando? ¿se estarán dando cuenta de mis defectos?

La vergüenza ajena y propia son muestras del miedo al juez, el que está ahí afuera y el que está dentro de uno mismo. La discreción será un valor fundamental y la imagen personal estará estudiada al milímetro, diseñada para proyectar una imagen en concreto o enfocada a la invisibilidad. Es decir, al contrario que el histriónico (en próximos números),  el obsesivo intentará evitar la crítica y el ser evaluado llamando la atención lo mínimo posible, utilizará pocos colores, preferentemente negro, gris y marrón, si usa gafas, las usará para esconderse y cambiará poco de estilo en su forma de vestir ya que las variaciones son un foco de atención. Si algo funciona, para qué cambiarlo.

Las relaciones

Tendremos la sensación de estar ante personas serias, inflexibles, rígidas y mandonas. En el ámbito laboral no suelen ocupar los puestos más altos en liderazgo a pesar de ser excelentes trabajadores por su falta de carisma, sus dificultades para delegar y tomar decisiones rápidas. Si tenemos la ocasión de tenerlos como jefes, notaremos que el nivel de exigencia es alto, nos sentiremos observados y evaluados en nuestro trabajo, por lo que es probable que acabemos siendo menos eficientes en su presencia.

En pareja pueden llegar a ser dominantes y sumamente críticos, lo cual genera mucho estrés. La pareja estará perpetuamente en estado de alerta muerta del miedo a equivocarse. El obsesivo tomará más responsabilidades de las que le tocan, lo cual subestima al otro tratándole de ineficiente,  porque ¿quién lo va hacer mejor que él?

EL desfase

Tanta “perfección” no podía ser verdad. Ante el exceso de control, deviene el descontrol. O dicho de otra manera, toda olla a presión necesita su válvula de escape para no convertirse en una bomba explosiva.

Las compulsiones son actos que se realizan repetidas veces y van encaminados a llenar un vacío y reducir la ansiedad que provoca vivir bajo presión. La marihuana suele ser una de las opciones preferidas si lo que se necesita es una desconexión rápida y un relax inmediato a tanto autocontrol. El sexo rápido y sin implicación emocional es otra fórmula para descargar tensiones. Las compras superfluas y la alimentación compulsiva son formas muy al alcance de la mano sobretodo en las grandes ciudades.

Lo malo es que el vacío nada tiene que ver con lo que se utiliza para llenarlo. Por ejemplo, intentar llenar un vacío existencial con alcohol sería como intentarse curar una gripe mascando chicles de menta. La diferencia es que los chicles de menta no son adictivos. Finalmente acabamos con una adicción y con nuestro vacío completamente intacto.

Si te has sentido identificado

El deseo, el placer, la diversión, las ilusiones forman parte de la condición humana y son completamente normales. El problema empieza cuando empezamos a demonizarlas, prohibirlas y castigarlas. Igual que una dieta saludable incluye una dosis de proteínas, de grasas y de hidratos, nuestro día a día tiene que contener un poco de orden y unas cuantas responsabilidades pero también un poco de humor, un poco de ilusión y una dosis de placer. Placer y deber todo junto, porque el que te ha dicho que deben ir separados proviene de una educación autoritaria y no tiene mucha idea de en qué consiste esto de la salud psicológica y la autonomía. Una persona autónoma no tiene en cuenta solo lo que se debe y se puede hacer sino lo que necesita, lo que desea y lo que afecta a los demás. No hagas de tu día a día una jaula, haz de tu vida un lugar del que no necesites escapar.

Te regalo algunas frases que para ti en especial serán terapéuticas:

No pasa nada/ no es tan grave/ si no puedo hoy ya lo haré mañana/ no es culpa de nadie/ es mejor no forzar las cosas/ ya está bien así/ eso no es asunto mío/ los demás tienen sus maneras de hacer y son tan válidas como la mía/ este detalle no es tan importante/ todos cometemos errores/ si lo estropeo ya lo arreglaré/ si me equivoco me las apañaré/ no puedo saber qué va a pasar en el futuro/ no estoy tan mal/ prefiero no hacerlo tan bien pero pasarlo bien/ ¿tengo cosas que hacer o tengo que hacer cosas?

Posted on marzo 1, 2014 in Hunter magazine

Share the Story

About the Author

Leave a reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to Top